He dicho a menudo que el trabajo en Wall Street nunca fue
tan duro como asistir a la escuela secundaria para niñas en el sur. En la
escuela, yo usaba unos lentes con unas gruesas lunas de vidrio color Coca-Cola,
puentes correctores en mis dientes, el pelo en condiciones lamentables y cometí
el pecado de sacar buenas notas y ser torpe. Si no fuese la última chica en la
clase en ser elegida para el equipo deportivo, estaba muy cerca de serlo. Y almorzaba sola la mayor parte
del tiempo.
Un día, después de haber sido humillada , llegué a casa
llorando. Mi madre me sentó y me dijo, con esa voz que yo consideraba su
"voz telefónica" (es decir, para mi reservada para adultos), que
debería ignorar a las chicas, que la única razón por la que me trataban mal era
porque me tenían envidia y estaban celosas de mí. Por lo tanto, yo debía
ignorar las palabrerías de las multitudes y seguir mi propio camino trazado.
En retrospectiva, por supuesto, ella no estaba siendo
completamente sincera conmigo (bueno, o del todo veraz), mirando hacia atrás en
mis vergonzosa fotos escolares , era
difícil imaginar que alguien fuera remotamente celoso conmigo. Pero ese
mensaje - junto con el mantra de la familia que dice que "se puede hacer
cualquier cosa que me proponga", hizo toda la diferencia. Y viniendo de mi
madre, una persona que había elegido en la vida, el tradicional camino de ama
de casa del sur, su implícito deseo para mí de estar lejos de la multitud peso
mucho, que así lo hice.
Yo hice uso de este recurso cuando siendo una nueva analista
de investigación, publique sutiles
recomendaciones, en momentos en que la mayoría de Wall Street estaba siendo
atacada y yo quede al descubierto. Hice uso de el cuando ejecutivos de alto
rango de unas empresas que cubría intentaron que mi jefe me despidiera porque
no les gustaba mi investigación. Lo utilice cuando fui nombrada Director de
Investigación y decidimos tomarnos por fuera el negocio de banca de inversión,
porque creímos que los conflictos de los clientes eran muy significativos. Y también
recurrí a el en la reciente caída del mercado, cuando mi entonces compañía y yo
no estábamos de acuerdo sobre la forma de tratar a los inversionistas
individuales que habían sufrido pérdidas por las inversiones en nuestros
productos.
Aquellos momentos fueron importantes. Pero su mayor impacto ha
sido menos público. Desde el
principio, este consejo me permitió "encontrar mi voz." Hay un gran
cantidad de investigaciones que muestran que las mujeres somos menos propensas
que los hombres a hablar en reuniones de negocios o de tratar de sentar
nuestras opiniones, muchos aseguran que esto se debe a nuestra crianza,
condicionadas a que no destacar y a esperar nuestro turno. Y que a veces la
reunión termina antes de que nos llegue el turno. Teniendo la confianza de que
destacar no necesariamente significa vergüenza y que en realidad puede ser
motivo de orgullo, sobre todo cuando es por las razones correctas, es lo que puede
hacer un mundo de diferencia .... tal vez especialmente para nosotras las
mujeres del sur.
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