Es
interesante ver como
las
cosas con un mundo “de fantasía” de hace 17 años
ahora
es más real y puede perjudicar nuestros derechos.
El derecho a la
lectura….
Es una batalla que se
libra en nuestros días y también un artículo publicado hace 17 años “La ruta a Tycho” [2], por Richard Stallman [3], que lo describe a plenitud.
Aunque pueden pasar 50
años hasta que nuestra forma de vida actual se suma en la oscuridad, muchas de
las leyes y prácticas descritas en este relato han sido propuestas por el gobierno
de EE.UU., o por editoriales.
La SPA, que en realidad
son las siglas de Software Publisher's Association (Asociación de Editores de
Software), no es una fuerza policial. Sin embargo, oficiosamente, actúa como
tal. Invita a la gente a informar sobre sus compañeros y amigos. Promueve una
política de responsabilidad colectiva, en la que los dueños de computadoras
deben hacer cumplir activamente las leyes de copyright, si no quieren ser castigados.
Muchos proveedores se
rinden cuando les amenazan, porque no pueden permitirse litigar en los
tribunales. Al menos un proveedor, Community Connexion de Oakland, California,
rechazó la exigencia y fue demandado. Se dice que la SPA ha abandonado este
pleito.
Las políticas de seguridad
descritas en el relato no son imaginarias. Por ejemplo, una computadora en una
de las Universidades de la zona de Chicago muestra en la pantalla el siguiente
mensaje
“Este
sistema sólo puede utilizarse por usuarios autorizados. Las actividades de los
individuos que utilicen este sistema informático sin autorización o para usos
no autorizados pueden ser seguidas y registradas por el personal a cargo del
sistema. Durante el seguimiento de individuos que estén usando el sistema
inadecuadamente, o durante el mantenimiento del sistema, pueden ser seguidas
también las actividades de usuarios autorizados. Cualquiera que use este
sistema consiente expresamente ese seguimiento y es advertido de que, si dicho
seguimiento revela evidencias de actividad ilegal o violaciones de las
ordenanzas de la Universidad, el personal a cargo del sistema puede
proporcionar las pruebas fruto de dicho seguimiento a las autoridades universitarias
y/o a los agentes de la ley”.
“La ruta a Tycho”..
por Richard Stallman
Para Dan Halbert el
camino a Tycho comenzó en la universidad, cuando un día Lissa Lenz le pidió
prestado el ordenador. El de ella se había estropeado, y a menos que
consiguiera otro, su proyecto de fin de trimestre sería reprobado. No se
atrevía a pedírselo a nadie excepto a Dan.
Esto puso a Dan en un
dilema. Quería ayudarla, pero si le prestaba su ordenador ella podría leer sus
libros. Dejando de lado el peligro de enfrentarse a una condena de muchos años
de cárcel por permitir que otra persona leyera sus libros, la sola idea le
sorprendió al principio. A Dan, como a todo el mundo, se le había enseñado
desde la escuela primaria que compartir libros era algo malo y desagradable,
cosa de piratas.
Además, no había
muchas posibilidades de evitar que la SPA, Software Protection Authority
(Autoridad de Protección del Software) lo descubriese. En sus clases de
programación Dan había aprendido que cada libro tenía un control de copyright
que informaba a la Oficina Central de Licencias de cuándo y dónde había sido
leído, y quién lo leía. Usaban esa información no sólo para atrapar a los
lectores piratas, sino también para vender perfiles personales a las empresas.
La próxima vez que su ordenador se conectase a la red, la Oficina Central de
Licencias lo descubriría y él, como propietario del ordenador, recibiría un
durísimo castigo por no tomar las medidas adecuadas para evitar el delito.
Quizá Lissa no
pretendía leer sus libros. Probablemente lo único que necesitaba era escribir
su proyecto, pero Dan sabía que Lissa provenía de una familia de clase media
que a duras penas se podía permitir pagar la matrícula, y mucho menos las tasas
de lectura. Leer sus libros podía ser la única forma que tenía Lissa de
terminar la carrera. Dan entendía la situación: él mismo había pedido un
préstamo para pagar por los artículos de investigación que leía (el 10% de ese
dinero iba a parar a los autores de los artículos, y como Dan pretendía hacer
carrera en la universidad, esperaba que sus artículos de investigación, en caso
de ser citados frecuentemente, le dieran los suficientes beneficios como para
pagar el préstamo).
Más tarde Dan
descubrió que había habido un tiempo en el que todo el mundo podía ir a una
biblioteca y leer artículos, incluso libros, sin tener que pagar. Había
investigadores que podían leer miles de páginas sin necesidad de becas de
biblioteca. Pero desde los años noventa del siglo anterior, tanto las
editoriales comerciales como las no comerciales habían empezado a cobrar por el
acceso a los artículos. En el 2047, las bibliotecas que ofrecían acceso público
y gratuito a los artículos académicos eran ya sólo un vago recuerdo.
Por supuesto que
había formas de evitar los controles de la SPA y de la Oficina Central de
Licencias, pero eran ilegales. Dan había tenido un compañero de su clase de
programación, Frank Martucci, que había conseguido un depurador ilegal y lo
usaba para evitar el control de copyright de los libros. Pero se lo había
contado a demasiados amigos y uno de ellos lo denunció a la SPA a cambio de una
recompensa (era fácil tentar a los estudiantes que tenían grandes deudas para
que traicionaran a sus amigos). En 2047 Frank estaba en la cárcel, pero no por
pirateo sino por tener un depurador.
Dan supo más tarde
que había habido un tiempo en el que cualquiera podía tener un depurador.
Incluso había depuradores libremente disponibles en CD o que se podían
descargar desde la red, pero los usuarios comunes empezaron a usarlos para
saltarse los controles de copyright, y finalmente un juez dictaminó que este se
había convertido en el uso principal que se hacía de los depuradores en la
práctica. Eso quería decir que los depuradores eran ilegales y los
programadores que los habían escrito fueron a parar a la cárcel.
Obviamente, los
programadores necesitan depuradores, pero en el 2047 sólo había copias
numeradas de los depuradores comerciales, y sólo estaban disponibles para los
programadores oficialmente autorizados. El depurador que Dan había usado en sus
clases de programación estaba detrás de un cortafuegos especial para que sólo
se pudiese utilizar en los ejercicios de clase.
También se podía
saltar el control de copyright instalando un núcleo de sistema modificado. Dan
llegó a saber que hacia el cambio de siglo habían existido núcleos libres,
incluso sistemas operativos completos que eran libres. Pero ahora no sólo eran
ilegales como los depuradores sino que tampoco se podían instalar sin saber la
clave del administrador del ordenador, cosa que ni el FBI ni el servicio
técnico de Microsoft estaban dispuestos a revelar.
Dan llegó a la
conclusión de que simplemente no podía prestarle su ordenador a Lissa. Sin
embargo, no podía negarse a ayudarla porque estaba enamorado de ella. Cada
oportunidad de hablarle era algo maravilloso, y el hecho de que ella le hubiese
pedido ayuda podría significar que sentía lo mismo por él.
Dan resolvió el
dilema haciendo algo aún más increíble: le prestó el ordenador y le dio su
clave. De esta forma, si Lissa leía sus libros, la Oficina Central de Licencias
pensaría que quien estaba leyéndolos era él. Seguía siendo un delito, pero la
SPA no lo detectaría automáticamente: sólo podrían saberlo si Lissa lo
denunciaba.
Si la universidad
descubría que le había dado su clave a Lissa significaría la expulsión para
ambos, independientemente del uso que ella le hubiera dado a la clave. La
política de la universidad era que cualquier interferencia con los métodos que
utilizaba para controlar el uso de los ordenadores era motivo para tomar
medidas disciplinarias. No importaba si se había hecho o no algún daño, el
delito consistía en el mero hecho de dificultar el control. Se daba por sentado
que se estaba haciendo alguna otra cosa prohibida, no era preciso saber qué
exactamente.
En general los
estudiantes no eran expulsados por eso, al menos no directamente. Lo que se
hacía era prohibirles el acceso a los ordenadores de la universidad, lo que
inevitablemente significaba que no podrían aprobar todas las asignaturas.
Dan supo más tarde
que ese tipo de políticas en la universidad habían empezado en la década de
1980, cuando los estudiantes comenzaron a usar ordenadores en forma masiva.
Antes de eso, las universidades tenían una actitud diferente: sólo se
penalizaban las actividades dañinas, no las que eran meramente sospechosas.
Lissa no denunció a
Dan a la SPA. Su decisión de ayudarla llevó a que se casasen, y también a que
cuestionasen lo que les habían enseñado acerca de la piratería cuando eran
niños. Empezaron a leer sobre la historia del copyright, sobre la Unión
Soviética y sus restricciones sobre las copias, e incluso la constitución
original de los Estados Unidos de América. Se mudaron a Luna, donde se
encontraron con otras personas que al igual que ellos intentaban librarse del
largo brazo de la SPA. Cuando empezó el Levantamiento de Tycho en 2062, el
derecho universal a leer se convirtió en una de sus proclamas fundamentales.
[2] Este
artículo fue publicado en febrero de 1996 en la edición de Communications
of the ACM (Vol.
40, Número 2). y más recientemente en el libro "Free Software, Free
Society: The Selected Essays of Richard M. Stallman" (ISBN 1-882114-98-1).
En él, el autor ofrece su visión del posible curso de los acontecimientos en un
futuro cercano, de persistir las actuales políticas sobre propiedad
intelectual, patentes de software y otras temas relacionados con el software
libre.
[3] El
autor es un programador estadounidense y fundador del movimiento por el
software libre en el mundo. En 1971, siendo estudiante de primer año de Física
en la Universidad Harvard, Stallman se convirtió en un hacker del Laboratorio
de Inteligencia Artificial del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). En
la actualidad, Stallman se encarga de difundir la ideología GNU en todo el
mundo mediante charlas y conferencias. Esto hace que algunos le consideren como
un profeta o gurú. Stallman habla español de manera fluida, y ha dado numerosas
conferencias en países de habla hispana.
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