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viernes, 12 de julio de 2013

Para mis amigos que perdieron ese hijo, dos historias y un poema

Nadie puede decir que sabe mucho sobre la vida, 
si su sabiduría no incluye una relación con la muerte.

1. El padre que lloraba a su hijo 
Cuentan que había una vez un señor que padecía lo peor que le puede pasar a un ser humano: su hijo había muerto.  Desde la muerte y durante años no podía dormir. 
Lloraba y lloraba hasta que amanecía. 


Un día, aparece un ángel en su sueño.  Le dice: 
- Basta ya. 

- Es que no puedo soportar la idea de no verlo nunca más. 

El ángel le dice: 
-¿Lo quieres ver?  Entonces lo agarra de la mano y los sube al cielo. 
- Ahora lo vas a ver, quédate acá. 

Por una acera enorme empieza a pasar un montón de chicos, vestidos como angelitos, con alitas blancas y una vela encendida entre las manos, como uno se imagina el cielo con los angelitos. 

El hombre dice: -¿Quiénes son? 

Y el ángel responde: 
- Estos son todos los chicos que han muerto en estos años y todos los días hacen este paseo con nosotros, porque son puros... 

- ¿Mi hijo está entre ellos? 

-Sí, ahora lo vas a ver. 

Y pasan cientos y cientos de niños. 

– Ahí viene -avisa el ángel. 

Y el hombre lo ve. radiante como lo recordaba. 
Pero hay algo que lo conmueve: entre todos es el único chico que tiene la vela apagada y él siente una enorme pena y una terrible congoja por su hijo. 

En ese momento el chico lo ve, viene corriendo y se abraza con él. 
Él lo abraza con fuerza y le dice: 
- Hijo, ¿por qué tu vela no tiene luz?, ¿no encienden tu vela como a los demás? 

- Sí, claro papá, cada mañana encienden mi vela igual que la de todos, pero ¿sabés lo que pasa?, cada noche tus lágrimas apagan la mía.....


2. Vover a encontrar el camino
Cuentan que un hombre se encontraba perdido en el bosque durante muchos días y su provisión de agua y alimento estaba por terminarse. 

Cada hora que pasaba se sentía más desesperado y temeroso. Se hallaba completamente agotado, pero no podía quedarse dormido. 

Lentamente, se dio cuenta de que había caminado en círculos y siempre regresaba al mismo lugar. Sabía que su fin se acercaba. 

De repente, a lo lejos, noto como se acercaba 
La figura de otro errante maltrecho. Se lleno de dicha al pensar: "por fin un camino fuera de este oscuro  y  terrible bosque". El hombre junto las fuerzas que  le quedaban y corrió hacia el extraño mientras gritaba: "¡hermano, no puedo decirte lo feliz que me hace encontrarte! ¿Cual es el camino para salir de aquí?". 

El extraño le respondió: "amigo, lamento decepcionarte, pero también yo he estado perdido durante días por este bosque. No puedo salvarte, yo también estoy buscando el camino para salir de aquí". 

Desesperado, el primer hombre clamo: "entonces todo  esta perdido. Es el fin. No tiene  caso continuar", y cayo de rodillas llorando. 

El extraño respondió con voz consoladora: "amigo, ¿por que pierdes la esperanza? Caminemos juntos. Yo te mostrare los senderos que he seguido y no me llevaron a ninguna parte, y tu me mostraras los senderos que tu has tornado y que no te llevaron a tu destino. Caminemos juntos y encontremos un sendero que nos conduzca a casa".
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Cuando alguien que amamos se ha ido de nuestro lado, o cuando sentimos el pesar de la posibilidad de perder ese amor, frecuentemente nos encontramos solos y perdidos en un mundo oscuro y temible con cambios y transiciones radicales. Los viejos senderos del significado y de la estabilidad están bloqueados, y la tarea de abrir nuevos caminos hacia una vida satisfactoria parece casi imposible. Cuando nuestra vida se ha basado en la fuerza de nuestras conexiones, ¿como es posible seguir adelante ante la perdida y la ruptura de estos vínculos? No hay una respuesta sencilla para estas preguntas, y frecuentemente, el camino para salir del bosque no es fácil de ver. Un camino que, más temprano o mas tarde, todos debemos transitar.


Poema: Lo que la muerte no nos puede quitar  
Anónimo 

La muerte ha extendido su sombra sobre este hogar 
y nos ha entristecido profundamente. 

Una voz se ha acallado, un corazón se ha detenido, se ha ido la risa, la alegría ha escapado. 
EI calor y la luz de la presencia del ser amado se han ido 
la cadena del amor ha perdido un eslabón vital. 

Y, sin embargo, hay tanto que la muerte no puede alcanzar, 
No nos puede quitar nuestro pasado: los años, los sueños, 
las experiencias que compartimos. 
No nos puede quitar el amor que conocimos; 
Porque esta hilado al tapiz de nuestras ,vidas. 

Continuaremos apreciando las lecciones que aprendimos, 
nos aferraremos a la sabiduría que continua viviendo. 
Siempre poseeremos lo que hemos tenido. 
Siempre amaremos lo que hemos conocido. 

La muerte no nos puede quitar nuestra confianza: 
Dios nos dará fuerzas para soportar lo que debemos enfrentar. 
No nos puede quitar el sostén en nuestra esperanza 
de que la oscuridad será vencida por Ia luz y las heridas 

La muerte no nos puede quitar la fe consoladora 
en que para Dios cada alma es preciada; 
ninguna se pierde. así, aun en la tristeza, 
te agradecemos, Dios, por nuestros recuerdos y nuestras esperanzas, 
Porque creemos que estos nunca se perderán; 
la muerte no nos puede quitar esto y mucho más.

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Esta nota está dedicada a cada uno y a todos aquellos a quienes la muerte de un ser querido lastimó su corazón, con la esperanza que sus palabras sean un  bálsamo para el alma herida, una luz en la oscuridad, esperanza en la desesperanza, serenidad en la desesperación, y especialmente una ayuda en el proceso tan difícil de aprender a decir adiós.




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